Por medio de las redes podemos enterarnos de cómo se ven afectados los paulistas por la desaparición de las lluvias. “Falta de agua en el mar de cemento”, expresa alguno. Otro dice: “Uno se va acostumbrando, ya que nunca llueve. Incluso se volvió rutina para nosotros quedarnos sin agua. Tenemos que bañarnos con jarritos”. Otros culpan al Estado por no procurar el almacenamiento durante las épocas de mayor abundancia: “El gobierno no está jugando con fuego, está jugando con agua, que es peor”. Como sea, en la urbe más poderosa de Brasil parecía improbable una sequía de estas dimensiones, hasta el punto de que en São Paulo el recurso vital fue apodado como el “Nuevo Oro”.