Distribución del agua en el mundo

30 junio 2017

28 de Junio 2017
Fuente: Ecología Verde
Nota: Ana Isan

Nuestro hermoso planeta azul, como es bien sabido, debe tal nombre al hecho de que buena parte de su superficie esté cubierta de agua, un recurso esencial para la vida terrestre. ¿Pero, cómo se distribuye?

Foto tomada de Ecología Verde

En este post vamos a realizar una pequeña introducción a esta interesante cuestión, yendo más allá de lo que todos sabemos de oídas. Porque, al margen de que casi tres cuartas partes del planeta sean océanos, ocupando el 70 por ciento de su superficie, la distribución del agua es muy variable.

Por un lado, el océano es el origen de la mayor parte de las precipitaciones del planeta, y es a partir de la lluvia como se satisfacen las necesidades de agua dulce que tienen plantas, animales y personas.

El ciclo hidrológico distribuye el agua

En este punto, es imprescindible hablar del llamado ciclo hidrológico o ciclo del agua, a partir del cual ésta circula en la hidrosfera, llevándose a cabo un proceso conocido como ciclo biogeoquímico a partir del cual el agua cambia de estado físico y se traslada de unos lugares a otros. A través de la evaporación, actuando como motor la energía solar, se forman grandes depósitos de vapor de agua, que se transforma luego en líquida o sólida en la Tierra.

El agua salada es la más abundante, como apuntamos, alcanzando los 1.400 millones de kilómetros cúbicos, y después tenemos el agua dulce líquida que encontramos en ríos, lagos o, por ejemplo, aguas subterráneas, además de los glaciares o el agua atmosférica. Así pues, a través de la evaporación se produce un flujo que va completando el ciclo de forma constante.

Sin embargo, la distribución del agua natural se ve modificada por la acción del ser humano. Actualmente, el desvío y control del agua que hay en la naturaleza han interrumpido o alternado este ciclo hidrológico.

Como resultado de ello, no solo se ha variado su distribución, sino que además se ha reducido el agua dulce disponible. En la actualidad, nuestro planeta azul sigue siendo un mundo de agua salada, puesto que el agua dulce representa tan solo el 2,8 por ciento del volumen total.

Con el agravante de que de ésta, el hielo y la nieve son su mayor parte (2,1 por ciento), quedando apenas el 0,7 por ciento del mismo para el agua dulce disponible. Es decir, el hombre solo puede utilizar menos de 1 por ciento del volumen total de agua dulce, incluyendo ríos, aguas subterráneas, embalses naturales o artificiales.

La distribución geográfica del agua

La distribución geográfica del agua, mapa en mano, nos lleva a distinguir, por ejemplo, una distinta superficie del océano en ambos hemisferios, con una superficie del océano bastante mayor en el Sur que en el Norte.

No en vano, el continente antártico está cubierto por hielo, a diferencia del Norte, donde el hielo que flota en el Océano Ártico, por lo que se observan estos importantes contrastes en la distribución entre el agua líquida y sólida. A su vez, estas diferencias se traducen igualmente en diferencias a la hora de llegar el agua a la atmósfera, por lo que su distribución también será desigual.

Las diferencias en la radiación solar que existen entre distintas regiones también afecta a su distribución, por lo que las características atmosféricas también influyen al respecto. Básicamente, la mayor parte del agua de la atmósfera se encuentra en el área de los trópicos, donde la evaporación de las cálidas aguas oceánicas es intensa.

La importancia de distribuir el agua

Si de distribución del agua dulce entre países se trata, hemos de afirmar que ésta es muy desigual. Algunos países, como Brasil o la India, Canadá, Rusia o Colombia son muy ricos en agua, mientras otros tienen una falta crónica del agua, entre ellos Jordania o Malta. Igualmente, las diferencias existen dentro de los países.

Es por ello que decir que un país es rico en agua no significa que lo sea todo su territorio. Aunque las nuevas tecnologías e infraestructuras facilitan su distribución, no siempre se pueden implementar, bien por cuestiones técnicas o por falta de presupuesto.

Como consecuencia de ello, también en los países que son potencias mundiales en agua existen regiones que sufren grandes sequías. Eso, al margen de la calidad del agua, puesto que la contaminación de la misma por causas naturales o humanas constituye otro aspecto que puede reducir de forma importante la cantidad de agua consumible.

Habida cuenta, por otra parte, que las necesidades de agua no dejan de aumentar, entre otras razones por la urbanización, el desarrollo y el aumento de la población a nivel mundial. Su mejor distribución, por lo tanto, es uno de los grandes desafíos de la humanidad para el futuro e, idealmente, cómo no, para ya.

Por otra parte, el avance del cambio climático también supone una mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos, como las sequías y olas de calor. Eso, sin contar con que las inundaciones, huracanes y tsunamis son igualmente una amenaza para garantizar el abastecimiento de agua potable y, en general, lo mismo puede decirse de las catástrofes naturales en general.

Igualmente, el calentamiento global es un factor importante en el avance de la desertificación, un problema que se nos avecina en buena parte del planeta, relacionado de forma estrecha con la desigual distribución del agua. No olvidemos, por último, que el agua es un recurso natural que hay que cuidar de forma prioritaria, puesto que es indispensable para la vida del planeta y de todos nosotros.

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