Drenaje Pronfundo

29 febrero 2008

Por: Leopoldo Mendívil | Opinión
Jueves 28 de Febrero de 2008 | Hora de publicación: 02:49

Fuente: La Crónica 

LIC. MARTHA DELGADO, SECRETARIA DEL MEDIO AMBIENTE, GOBIERNO DEL DISTRITO FEDERAL:

Ignoro con qué frecuencia pasa usted frente a la inmensa versión del caballito, pero el color que alguna vez fue amarillo canario intenso hoy luce sucio, deslavado y con chorros semicafés. Sí, me refiero a la gran mole de acero domado que construyó el escultor Sebastián en los cruces de Reforma, Guerrero-Bucareli y Juárez.
También ignoro si se ha percatado de que el pobre caballo se está quedando sin nariz; y si la cosa sigue, se quedará sin trompa.
Muy pocos se han enterado de la fea enfermedad que padece el enorme caballito de Sebastián, y menos saben por qué.
Pero usted sí sabe que esa escultura está montada sobre una de las lumbreras del drenaje profundo de la capital, ese que fue construido para dar salida a las aguas acumuladas en las calles de la ciudad durante la temporada de lluvias, pero cuando el gran canal del desagüe que daba salida a las aguas negras de la ciudad cambió su pendiente por el hundimiento del subsuelo capitalino justo cuando hacía estragos económicos el error de diciembre del ’94, la única forma de hacer ese trabajo era por la obra realizada para transportar aguas limpias.
Tampoco se sabe gran cosa de que cuando Cuauhtémoc Cárdenas llegó al gobierno capitalino, recibió de Óscar Espinosa Villarreal, entre otros documentos, un plan rector para recuperar la función original del drenaje profundo mediante un sistema de mantenimiento y la construcción de otro canal adicional. Pero ese fue uno de los muchos planes y proyectos que el perredismo hecho gobierno capitalino desechó, y desde entonces esa obra fue olvidada dentro de los presupuestos para tener en marcha a la ciudad, situación en la que, por lo menos, se pasó una década.
Una muestra de lo que en el curso de esa década ha transportado el drenaje profundo está allí, a unos.., 30 metros de altura, sobre la plataforma que rodea al edificio sede de las oficinas del Senado. A nadie, obviamente, se le ocurrió instalar un sistema de salida, una tronera para los gases que exhala el subsuelo de la ciudad, por donde las aguas negras van arrastrando toda clase de materiales orgánicos e inorgánicos; donde la descomposición va más allá y se convierte en procesos químicos y éstos en gases y vapores de toda índole.
Conozco varias esculturas de Sebastián y nunca he visto otra que muestre las huellas de la corrosión como el caballito amarillo de la glorieta que se quedó con ese apelativo. Seguramente el escultor usa tratamientos especiales para proteger los metales que moldea como plastilina, para que soporten la intemperie, pero seguramente jamás imaginó que el enemigo llegara por dentro de esa obra, que si es capaz de horadar y destruir las planchas de acero como con las que está construida, ¿qué no podrá hacer con los pulmones, los ojos, la piel y otras partes del cuerpo de los capitalinos que por ahí deambulan a diario..? Pido a mis lectores que cuando pasen por el lugar, miren hacia la trompa del caballito y comprueben la destrucción que ya se ve. Luego, espero que imaginen el estado en que esa obra de arte podrá encontrarse por todo su interior…
La primera información que tuve sobre los peligros de una megainundación de aguas negras en esta ciudad por la desastrosa situación que ese caudal de porquería estaba provocando, situó el hecho en la temporada lluviosa de 2005, cuando en las lumbreras más bajas comenzaron a derramar líquido, pero concluida la tormenta que había desatado la alarma interna en el GDF y la Conagua, sólo una voz intentó revivir la preocupación de que ese peligro reviviera en 2006. Debe usted saber que ese año la situación casi se repitió igual. También tuve esa información, que comencé a manejar después de transcurrir el proceso electoral para evitar que se me acusara de estar complotando contra el último ex jefe de gobierno que prefirió gastarse los presupuestos para el mantenimiento del drenaje profundo en las obras de relumbrón que le sirvieron para convertirse en candidato presidencial.
Marcelo Ebrard es, sin duda, el gobernante de esta ciudad que más la conoce y siempre supo del peligro que la amenazaba, pero hasta tener el poder empezó a tomar providencias. Por ello admitió que con dinero del gobierno capitalino canalizado al fideicomiso 1928, donde se guardan los recursos para los programas tripartitas del Valle de México, Conagua construyera las plantas de bombeo que por fin van a desalojar el agua del drenaje profundo para realizar, más que mantenimiento, la restauración de sus paredes para evitar un gran colapso. Se quedó sin crédito alguno en la construcción de esas plantas por los acuerdos señaladamente logrados con el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, quien contribuyó a convencer a José Luis Luege de su realización.
Lo importante es que al fin Peña Nieto destrabó la politiquería y en la próxima temporada de lluvias no se repetirá más el peligro de la megainundación. La ciudad se ha salvado, aparentemente, de la mayor calamidad de su historia, y eso merece más que un aplauso.

lmendivil@delfos.com.mx
m760531@hotmail.com

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