Egipto; aguas del Nilo generan inquietante turbulencia

10 diciembre 2010

10 de diciembre de 2010
Fuente: Prensa Latina

El Cairo.- El desfile de dignatarios de África oriental por esta capital corroboró la preocupación común, pero particularmente de Egipto, por evitar mayor tirantez en la repartición de las aguas del Nilo, aunque el contencioso genera aún muchas dudas.

Las diferencias entre Egipto y Sudán con los países de la parte alta (o naciente) del río Nilo, que intentan redibujar el mapa de distribución de los recursos hídricos, justificaron la agitación política y diplomática que vivió El Cairo en los últimos días.

Además de Egipto y Sudán, las naciones involucradas son Etiopía, Kenya, Rwanda, Tanzania, Uganda, Burundi y la República Democrática del Congo (RDC), todas miembros de la Iniciativa de la Cuenca del Nilo (NBI, por sus siglas en inglés).

El más reciente de los contactos lo protagonizaron el presidente egipcio, Hosni Mubarak, y su primer ministro, Ahmed Nazif, con el segundo vicepresidente burundés, Gervais Rufyikiri, pero antes también visitó el país el jefe de Estado tanzano, Jakaya Kikwete.

Mubarak también utilizó emisarios y encargó a la ministra para la Cooperación Internacional, Faiza Abu Naga, reunirse con el presidente ugandés, Yoweri Museveni, en tono conciliador aderezado con ofertas de proyectos hidroeléctricos y de irrigación en la Cuenca del Nilo.

En gesto adicional -por cierto, cuestionado por afectados como Etiopía- El Cairo ofreció financiar una nueva planta eléctrica de mil megawatts en Uganda para, según explicó Abu Naga, aprovechar y compartir las potencialidades hídricas comunes.

Pero el diario etíope Jimma Times aseguró que el país donde desemboca el río más extenso de África trató de extorsionar a autoridades burundesas en un intento de obtener apoyo de Bujumbura en el contencioso sobre nuevas cuotas de los recursos hídricos.

El rotativo cita a fuentes que aseguran que Egipto presiona a Burundi y a la RDC a fin de impedir firmen el denominado Acuerdo Marco Cooperativo del Nilo (CFA, en inglés), adoptado el 14 de mayo de este año en la ciudad ugandesa de Entebe.

Kinshasa y Bujumbura, sin embargo, aseguraron que rubricarán el entendimiento ya suscrito por Addis Abbeba, Nairobi, Dar Es-Salam, Kampala y Kigali, en demanda de recibir mayores beneficios de una repartición acuífera hasta ahora muy favorable a El Cairo y Jartúm.

El gobierno de Mubarak desconoció la firma de dicho pacto, inicialmente entre cuatro países africanos de la corriente alta del Nilo, y al que luego se adhirió Kenya para presionar por la creación de una comisión permanente en la NBI y poder fijar cuotas justas.

Los firmantes restan legitimidad a un tratado suscrito en 1929, bajo la dominación colonial británica, y que Egipto y Sudán esgrimen para reivindicar lo que definen como “derechos legales e históricos” sobre las aguas de la caudalosa y extensa vía fluvial.

El protocolo de 1929 otorgó a El Cairo y Jartúm un control supremo del río y poder de veto sobre las decisiones que se adoptaran, lo que las naciones afectadas califican de “injusto y desleal”.

Otro pacto de 1959 entre Egipto y Sudán, permitió que ambos se adjudicaran cada año cuotas de 55,5 y 18,5 mil millones de metros cúbicos de agua, respectivamente, que en total equivalen al 87 por ciento de todo el flujo del Nilo.

En cambio, los restantes siete países de la corriente alta tienen que repartirse el restante 13 ó 14 por ciento de esas aguas.

Los países afectados, muchos golpeados por la sequía, creen que una nueva distribución de cuotas los ayudaría a impulsar proyectos de irrigación, agrícolas y ganaderos que consideran inaplazables para paliar problemas alimentarios y energéticos.

Egipto y Sudán, los dos únicos Estados de la corriente baja del Nilo, se opusieron categóricamente en mayo a lo que vieron casi como un conato de sedición de sus vecinos porque un pacto así implicaría reducir su “derecho de uso” de más del 85 por ciento de las aguas.

Pero ante la vacilación de Burundi y la RDC, la diplomacia egipcia intenta tomar la iniciativa y su ministro de Recursos Hidráulicos e Irrigación, Mohamed Nasr El-Din Allam, asistirá a la reunión extraordinaria del Consejo de Ministros de la NBI, en enero en Kenya. Uno de los caminos más pedregosos para El Cairo conduce a Addis Abbeba, cuyo gobierno ya construyó cinco grandes represas en el Nilo en la década pasada, e inició los trabajos de una instalación hidroeléctrica a un costo de 1,4 mil millones de dólares.

Además, alegar que el 85 por ciento de las aguas del Nilo se originan en su país, el primer ministro etíope, Meles Zenawi, acusó en noviembre a las autoridades egipcias de apoyar a grupos rebeldes para desestabilizar la nación del Cuerno de África.

Lo cierto es que un país tan dependiente de esa vía fluvial y amenazado por el cambio climático parece decidido a cooperar y ofrecer alternativas diplomáticas, pero también a defender con garra las aguas que nutren a su agricultura y generan un tercio de todos los empleos.

Para los cinco países ribereños firmantes del acuerdo marco es cuestión de tiempo, y sin dejar de presionar, parecen dispuestos a esperar el plazo de un año dado en mayo a los restantes miembros de la NBI antes de poner lo pactado en acción.

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