En peligro, los glaciares de la Iztaccíhuatl, advierte investigador de la UNAM

08 junio 2010

8 de junio de 2010

Fuente: La Jornada de Oriente

Por Miguel Ángel Domínguez

Atlixco. En el marco de la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente, científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hablaron de “una nueva amenaza para nuestro entorno producida por el calentamiento global y la actividad volcánica: de seguir los patrones climáticos actuales, durante las próximas dos décadas quedarán extinguidas las masas heladas del volcán Iztaccíhuatl”.

Invitado por el Sistema Operador de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio (Soapama) para ofrecer una conferencia a estudiantes, colegios y medios de comunicación, el investigador de dicha casa de estudios, Jorge Cortés, experto en el tema y colaborador de Hugo Delgado Granados, integrante del Instituto de Geofísica de la propia UNAM, manifestó: “las tasas de acumulación de hielo de los glaciares mexicanos no solamente son bajas, también negativas y retroceden alarmantemente”.

Expuso que “la desaparición de los glaciares preocupa porque está relacionada con procesos de desertificación; además, desempeñan un papel importante como reguladores de la temperatura local. En caso de destruirse, el calor aumentará y empezará una extinción de la flora en las montañas junto con la erosión correspondiente”.

En el Popocatépetl, detalló Cortés, aunque es posible vislumbrar partes blancas en su zona más alta, ya no integran un glaciar. “Son remanentes de un par de ellos. No existen y tampoco tienen movimiento o un régimen de acopio y pérdida. Sólo son restos”; en cambio, sostuvo, en la Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba todavía existen glaciares, “aunque son sumamente vulnerables porque la tasa de acumulación de hielo es mucho menor que la merma. Eso precisamente investigamos; los índices y las razones por las cuales los estamos perdiendo”.

Otro de los problemas con esos glaciares, admitió, es el intento de tratar de sobrevivir con la poca recarga de nieve estacional. “Tal es el caso de los cinco de la Iztaccíhuatl y los cuatro del Pico de Orizaba. En especial, los primeros podrían perderse al encontrarse a una elevación menor que los del Pico. Si las condiciones son favorables, una masa de hielo de esas dimensiones podría regenerarse en dos décadas, aunque se necesita un régimen de precipitación suficiente para reconstruirlo; pero eso está lejos de ocurrir”.

Los glaciares, apuntó Cortés, son masas de hielo que poseen un régimen por medio del cual ganan o pierden volumen. “Cuando las condiciones climáticas son favorables, es decir suficiente precipitación y baja temperatura, éstos crecen; sin embargo, si la precipitación es restringida y la temperatura promedio anual muestra incrementos, entonces retroceden”.

Los glaciares de todo el mundo, adelantó, muestran tendencias generalizadas a retroceder. “De hecho, por esa razón pensamos que el clima del planeta está modificándose. Los cambios climáticos globales, regionales o locales se pueden determinar a través del estudio de los glaciares y sus fluctuaciones de masa.”

En México existen glaciares en las tres montañas más altas: Pico de Orizaba, Popocatépetl e Iztaccíhuatl. “Los primeros estudios sobre ellos los llevó a cabo José Luis Lorenzo en 1964, y es hasta la última década que fueron retomados por Hugo Delgado Granados. Y entre otras cosas, esos diagnósticos muestran que éstos responden sensiblemente a cambios y fluctuaciones climáticas. Recientemente esos sufrieron cambios debidos a la actividad eruptiva y a fluctuaciones climáticas como las del fenómeno El Niño”.

Finalizó: “la emergencia volcánica en diciembre de 1994 en el Popocatépetl despertó gran interés en el seguimiento de los glaciares, junto con la propia actividad eruptiva. Desde entonces contamos con numerosos datos al respecto: el primer inventario de José Luis Lorenzo señalaba que en 1958 el área total del glaciar en esa montaña era de 0.89 kilómetros cuadrados; el segundo, de 1982, marcó 0.56 kilómetros cuadrados, y el tercero de 1996 fue de 0.53 kilómetros cuadrados. Para el año 2000 apenas registramos 30 por ciento del área registrada en 1958. Y no es todo: 44 por ciento de esa superficie se perdió entre 1996 y 2000”.

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