La niebla alivia el déficit de agua en Perú

07 diciembre 2010

07 de diciembre de 2010
Fuente: EPA (EFE)

La carencia de agua en algunas zonas de Perú ha hecho que se agudice el ingenio para cazar gotas de agua con métodos sencillos, como los llamados “atrapanieblas”, unas mallas que capturan el agua de la neblina para destinarla al consumo humano y a los riegos.

De los más de ocho millones de residentes en Lima, un millón y medio carece de servicio de agua potable, una cifra que se acrecienta año tras año con la llegada a la capital de unas 200.000 personas, en su mayoría de escasos recursos económicos, según explica a Efe Abel Cruz, presidente de “Movimiento peruanos sin agua”.

El hecho de que Lima sea la segunda ciudad más grande del mundo asentada sobre un desierto (después de El Cairo), la falta de concienciación social por el cuidado del medioambiente y una red de alcantarillado que pierde por el camino el 38% del agua, condiciona la llegada del elemento a determinados núcleos poblacionales.

Los ríos y manantiales limeños son ahora “vertederos” repletos de metales pesados procedentes de minas próximas y contenedores de despojos arrojados por los vecinos, afirma Cruz, quien apunta a que el agua trasladada por camiones cisterna, la alternativa de los pobladores ante la escasez de agua, no siempre está tratada.

Es en este contexto que el “Movimiento peruanos sin agua” ha decidido retomar un viejo proyecto, la instalación de los “atrapanieblas”, un sistema que, por ejemplo, funciona con éxito en Chile y países africanos.

Hace unos cuatro años, una organización no gubernamental alemana colocó una serie de estos artilugios en las lomas costeras limeñas. Sin embargo, todo quedó en un intento frustrado, porque el descuido de sus habitantes, involucrados en el proyecto, provocó el deterioro de las infraestructuras.

El “Movimiento peruanos sin agua” divulga ahora la propuesta por el país y promueve, en la medida de lo posible, la instalación de las mallas, con los retos por delante de buscar financiación y la colaboración ciudadana para evitar la pérdida del material.

Las ventajas de los “atrapanieblas”, dice Cruz, son numerosas: la instalación no requiere ingentes desembolsos económicos, perdura en el tiempo hasta un quinquenio y el funcionamiento es inmediato, porque, a diferencia de otros proyectos, no obliga a aguardar años y años a su construcción.

El funcionamiento, agrega, también es sencillo: las telas, denominadas Raschel y que se pueden adquirir en una ferretería, se dividen en una serie de huecos microscópicos capaces de “atrapar” el agua gasificada de la neblina y transformarla en agua líquida que, tras discurrir por unas canaletas, se almacena en un gran depósito.

Explica que con una decena de “atrapanieblas”, de un metro cuadrado cada uno, se logran entre 50 y 150 litros de agua al día, una cantidad suficiente para cubrir las necesidades diarias de varias familias y una cifra que triplica los litros de este elemento que se estiman necesarios para el consumo cotidiano.

Por unos 178 dólares, los habitantes de los barrios interesados en los “atrapanieblas” pueden disponer de todos los elementos básicos para instalar la infraestructura: la malla, los palos de madera para sujetar el tejido, las canaletas, el embudo, el pozo para almacenar el recurso hídrico y un pequeño purificador para garantizar la potabilidad del agua.

De momento, son cuatro áreas de las afueras de Lima, tanto al norte y al sur de la capital, las que aspiran a contar cada una con una veintena de “atrapanieblas”, de los que se beneficiarían entre hasta 5.000 familias de los cerros, puntos idóneos para la colocación de las mallas por la presencia habitual de neblina y viento.

Para ello, la asociación espera del Gobierno peruano la exoneración de impuestos y la autorización para percibir donaciones, porque son las dos exigencias impuestas por una empresa privada dispuesta a costear, al menos, dos decenas de mallas.

Los trámites administrativos están retrasando la implantación del sistema y ha provocado cierto malestar entre campesinos de una de las áreas beneficiadas, que se sentían olvidados por parte de la asociación, explica Cruz.

Los “atrapanieblas” se han convertido en reclamo de numerosas comunidades de todo el país y las llamadas telefónicas a la agrupación ecologista para solicitar información sobre el proyecto no cesan.

“Una vez que reunamos los requisitos (impuestos por la entidad privada), vamos a empezar a enviar -a diferentes instituciones- las cartas pertinentes para que nos puedan apoyar”, indica Cruz, quien apunta a los “muy buenos propósitos” de colaboración de algunos países extranjeros para expandir el proyecto en Perú.

Sabrina Rodríguez

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