Posible, reducir 30% el consumo de agua para el cultivo de aguacate

11 junio 2013

 

 

“Apenas se hizo un experimento preliminar en donde sometimos la planta a estrés con riego y sin riego, y observamos esa cantidad de ahorro de agua pero es algo que debemos repetir, comprobar y estandarizar”, señaló Claudia Anahí Pérez, investigadora del instituto científico del Cinvestav, sede Irapuato.

Generar plantas resistentes al agua, dijo, es importante porque desde la década de los años sesenta existe en el país un exhaustivo cultivo de aguacate, el cual ocasiona que a mayor número de hectáreas de producción, mayor sea el consumo de agua y, por ende, las consecuencias se reflejan en la pérdida de zonas boscosas naturales.

Al respecto, Alonso Méndez Bravo, investigador partícipe en el proyecto genómico del aguacate, comentó que a nivel nacional el número de toneladas que se cosecha por hectárea sembrada es bajo pues representa 10 toneladas de aguacate por hectárea sembrada, mientras que en Chile o Sudáfrica alcanzan rendimientos de 35 toneladas por hectárea y en los huertos de cultivo exhaustivo en California, Estados Unidos, tienen 65 toneladas por hectárea sembrada.

Ante esta problemática, añadió, resulta indispensable desarrollar variedades con una talla menor o bien, enanos, porque facilitaría el proceso de recolección del fruto y habría una reducción de agua requerida para su crecimiento y riego.

El aguacate es un fruto nativo de México que crece en árboles de aproximadamente 20 metros de altura, tarda cinco años en formarse, tiene una vida de aproximadamente diez años y existen tres tipos de variedades: criollo mexicano, guatemalteco y antillano, de los que se derivan varias cruzas, entre ellas el Hass, fruto con el que también trabajan en Langebio.

“Con el genoma que trabajamos es una planta que pertenece a la raza mexicana que es la principal portainjerto o patrón que se utiliza en el país, con esta referencia se van a resecuenciar otras razas naturales y otras variedades de interés comercial como el aguacate Hass, la variedad preferida en el mercado por su cáscara gruesa, rugosa y maduración de color negro y no verde como en el aguacate mexicano”, apuntó Méndez Bravo.

Desde que el grupo de científicos de Langebio comenzó el proyecto de genoma del aguacate con el fin de producir nuevas variedades (las cuales de forma natural se tardan 40 años), han buscado combinar el aguacate mexicano –característico por su buen sabor y textura– y el Hass —favorable por tener cáscara gruesa—para alargar la vida del fruto en anaquel y generar árboles más pequeños

ESTRATEGIAS. La investigadora Claudia Anahí Pérez comentó que llevan tres años con el proyecto y en julio del 2014 tendrán los primeros resultados sobre el mejoramiento genético del aguacate criollo, por lo tanto buscan la reproducción enana de la especie.

“Se pretende analizar toda la ruta de giberelinas, que son las hormonas involucradas con el crecimiento, así como identificar variedades que sean más enanas y los genes que se están induciendo en este tipo de procesos”, explicó.

Para abordar la problemática de la talla, añadió Alonso Méndez Bravo, será a través de la identificación de genes responsables de su disminución en algunas variedades que los agrónomos han generado por mejoramiento clásico y a partir de esa información, crearán la tecnología de dirigir grupos de genes para cultivos en ciertas regiones territoriales.

Otro aspecto importante, dijo, es la contienda contra los patógenos que hay en el suelo y que pueden dañar la raíz, la región aérea  o la parte comestible del aguacate. “Las plagas que dañan al aguacate generan pérdidas del 40%  y lo peor es que el suelo se queda contaminado con este microorganismo y es muy difícil limpiarlo para la siguiente cosecha. Por eso es importante generar variedades resistentes a plagas”.

Como parte del proyecto, también buscan identificar variedades con mayor contenido de ácidos grasos, porque el aguacate es el fruto con mayor contenido de éstos: 70%, el cual se ubica en la parte comestible. “Queremos identificar las variedades con mayor contenido de ácidos grasos, conocer cuáles son los genes que están participando en su biosíntesis y hacer un análisis de expresión diferencial para ver cómo se comportan los genes que participan en esta ruta en diversas variedades”, concluyó Claudia Anahí Pérez.


11 de junio de 2013
Fuente: La Crónica de Hoy
Nota de Reyna Paz Avendaño

 
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