El corazón de Tlaloc
- Autor: Anónimo
- País: México
El charquito quería ser arroyo… pero se estaba secando. Todas las tardes un niño iba a visitarlo y se entristecía porque sus aguas estaban casi secas. Esto era doloroso para él, porque el charquito era el único, juguete del niño, y el niño era el único amigo del charquito.
“No dejes que me seque”, le decía el charquito a su amigo.
A los pocos días volvió a hablarle a su amigo:
“Quiero ser arroyo… pero me estoy secando”.
El niño, que estaba sentado en una piedra, se soltó a llorar.
Y sucedió que el corazón de la piedra se ablandó y decidió ayudar a los dos amigos. Al rato, tanto el niño como el charquito oyeron un rumor ronco, como de gran aguacero.
“¡Rrruuunnn, ruuunnn, rrruuunntiaaac… rrruuuncataplac… tlac…”
Hacía el ruido grande que salía de la piedra y que comenzó a crecer, tlac, y seguía creciendo, tlac, muy alto, tlac, se estiraba, tlac, tlac, se empinaba y llegó altísimo. Allá arriba habló a las nubes con voz ronca:
“El charquito quiere ser arroyo y el niño quiere jugar en el a la canoa”.
Pero las nubes contestaron:
“Nosotras no podemos hacer nada”.
“¿Cómo que no pueden hacer nada? Ahora mismo dejen que la lluvia caiga sobre el charquito”.
La piedra, que ya estaba tan grandota se había vuelto un peñasco, estaba muy enojada, Cuando las nubes la vieron tan furiosa, abrieron rápidamente sus cortinas y salió la lluvia que cayó sobre el charquito.
El niño, con una pala abrió un camino y el agua del charquito comenzó a correr y se volvió arroyo. Pero las nubes, que eran muy envidiosas, sintieron coraje de verlos a todos tan felices. Por eso empujaron el agua para arriba y la escondieron alto, arriba del cielo, cuando el arroyo se dio cuenta que la lluvia no caía, preocupado habló con las mujeres: “Quisiera ser río… pero mis aguas se están secando”.
Todos fueron a otro río y trajeron cántaros con agua, jícaras con agua, pero de todas maneras era muy poquita; lloraron y lloraron las mujeres.
El corazón de la piedra se ablandó de nuevo, y el peñasco se dirigió a las nubes, más furioso que antes: “¿Dónde escondieron el agua? ¡Tráiganla y échenla al arroyo, y bastante!”
Las nubes hablaron bajito entre ellas y se aconsejaron:
“Tomemos toda el agua, bebámonos la lluvia”.
Se hicieron enormemente gordas de tanta agua que tomaron, y el peñasco les preguntó:
“¿Por qué están tan gordas? ¿Qué bebieron?”
Las nubes se pusieron a temblar y el peñasco les dio un cabezazo y las hizo reventar. El agua cayó sobre el arroyo, que comenzó a crecer y se volvió un hermoso río adonde iban a pescar los hombres.
Pero el río quería crecer y crecer para que sus aguas tocaran tierras lejanas. Por eso dijo:
“Quiero ser mar… pero me estoy secando”.
Todos se apenaron mucho y lloraron.
El peñasco se compadeció de nuevo del dolor de los hombres y… ¡tlac!, abrió su cuerpo para que todos vieran su corazón, que era una lágrima grandota. Del corazón de la piedra comenzó a salir agua a borbotones. El río creció para todos lados y se hizo ancho y se volvió mar.
La gente iba a pasear por sus playas y los niños nadaban en sus orillas. El amigo del charquito, que ya era un muchacho, hizo una canoa y se fue con su novia a navegar para conocer mundo.
Pero antes de irse, fueron a despedirse del peñasco y le hablaron, se abrazaron a el y lo llamaron TIáloc por el ruido que hacía su corazón al ablandarse.
Y TIáloc es charquito, y TIáloc es arroyo, y TIáloc es río, y TIáloc es mar… y aunque sea de piedra, se ablanda porque su corazón es una lágrima grandota.
Fuente: http://www.vivirdiario.com/cuentos-infantiles/el-corazon-de-tlaloc/