Una barrena gigante perfora la tierra. Allá abajo, donde llega, un choque eléctrico agrieta la roca, la abre en pedazos, le raja su apretado enjambre, como si fuera una fruta madura. Luego sigue de lado. La barrena surca la tierra, traza una línea horizontal, un camino de piedras rotas. Arriba crecen las plantas, cae la lluvia. Abajo, una segunda inyección ensancha el surco. Ya no es solo el contacto eléctrico para abrir, ahora es un potente chorro de agua mezclado con 750 químicos. La piedra se cuartea, se fractura y sale el gas.